
Las temporadas de escasez de combustible en Bolivia empezaron a ser cada vez más frecuentes y prolongadas en el último año. Hasta ahora, la administración del presidente Luis Arce había negado una crisis estructural y atribuía el suministro irregular a una diversidad de factores externos. Todos en el Gobierno manifestaban que la provisión estaba garantizada y que las filas extensas en los surtidores se debían a la sobre demanda, la especulación intencionada o alteraciones circunstanciales en la logística de distribución.
Todos esos argumentos se acabaron esta semana cuando el ministro de Hidrocarburos y el presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) admitieron lo que muchos en el país advertían: no hay combustible porque no hay dólares para comprar.
El origen de la crisis
Bolivia pasó más de una década de bonanza gracias, principalmente, a los ingresos por la venta de hidrocarburos. A partir de 2014 hubo un descenso sostenido en la producción gasífera y en las exportaciones, con el que inició la debacle de la industria petrolera.
En el primer trimestre de 2023, la crisis económica empezó a sentirse en las calles cuando se restringieron las transacciones en dólares en una especie de “corralito” que limita hasta ahora retirar los ahorros en esa divisa, hacer giros internacionales, usar tarjetas de crédito en el exterior y realizar pagos por internet. Si bien en estos dos años el Gobierno no ha devaluado la moneda, la escasez de dólares provocó el surgimiento de un mercado paralelo donde la divisa se cotiza a casi el doble que el tipo de cambio oficial.
En ese marco, la dotación de combustibles se vio afectada no solo por la caída en la producción local sino también por la falta de dólares que dificulta la importación de diésel y gasolina.
Dependencia de las importaciones
El mercado interno de Bolivia depende en su mayoría de las importaciones de combustible. Según datos del Gobierno, el Estado compra el 86% del diésel y el 56% de la gasolina que necesita para abastecer la demanda local, lo que explica por qué el desabastecimiento de diésel suele ser más agudo y prolongado.
Según Infobae, Bolivia destinó 3.349 millones de dólares en 2024 para la importación y en esta gestión se presupuestaron 56 millones de dólares semanales, un monto que cada vez resulta más difícil de conseguir.
La (insostenible) política de subsidios
Adicionalmente, al gasto que representa la adquisición de carburantes, el Estado boliviano subvenciona este producto, es decir que lo vende a un precio menor que el de la compra. Desde 2005 que los precios están congelados y la situación se ha vuelto compleja para el presupuesto público debido a que tanto los costos como los volúmenes de importación han aumentado con el paso de los años.
En Bolivia el litro de gasolina y diésel se comercializa a un aproximado de 0,53 dólares cuando, según las estimaciones realizadas por el Gobierno a finales de noviembre, el precio tendría que ser más del doble y oscilar entre 1,20 y 1,25 dólares.
El bajo precio a nivel nacional ha dado surgimiento a redes de contrabando dentro y fuera del país. Se estima que el país pierde cerca de 600 millones de dólares anuales por la venta ilegal en las fronteras y reportajes periodísticos revelaron el desvío de diesel para la minería ilegal del oro en el norte de La Paz, entre otras irregularidades.
Las explicaciones del Gobierno
Después de varios meses negando la crisis estructural de combustibles y atribuyendo la escasez a situaciones circunstanciales, esta semana el ministro de Hidrocarburos, Alejandro Gallardo y el presidente de YPFB, Armin Dorgathen, admitieron en una conferencia de prensa que el problema de fondo es la falta de liquidez en dólares y confesaron que no pueden cubrir la demanda local.
En ese marco, el presidente Arce autorizó a la estatal petrolera comprar dólares y activos virtuales para costear la importación de combustibles, ante la “iliquidez transitoria” de divisas. En paralelo, dictó diez medidas para reducir el consumo local que fueron ampliamente criticadas porque lejos de resolver el problema apuntan a modificar los hábitos ciudadanos para sobrellevar la escasez.
